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Quietud y reposo en el crudo invierno

urogallo cantábrico en la nieve
Fecha: 
Jueves, 14 Enero, 2016

Con la llegada del invierno, el urogallo cantábrico ve reducida no sólo su despensa sino también su refugio. Hayas, robles y otros árboles caducifolios que pueblan los bosques de la cordillera se despojan de sus hojas en la época más dura del año.
 
El suelo se cubre de un manto blanco y la dificultad para acceder a arbustos como el arándano, el enebro o la brecina es mayor. Durante los meses de invierno, la supervivencia de esta ave en peligro de extinción depende de sus reservas corporales, así como del cobijo y alimento que proporcionan especies como el tejo y el acebo.
 
Como testigo de la última glaciación en la península ibérica, el urogallo soporta bien el frío. Protección no le falta. Entre los vestigios de aquella época, se encuentran sus tarsos emplumados que dan abrigo a sus patas. Y para caminar mejor sobre la nieve, sus dedos cuentan con escamas laterales que amplían su superficie de apoyo.
 
Pero en esta época del año, el urogallo también suele permanecer en las ramas de los árboles, donde se encuentra a salvo de depredadores terrestres como el zorro.
 

Precaución con el senderismo

 
Debido a la escasez de alimento, el urogallo lucha por ahorrar energía. Necesita tranquilidad y reposo. Ante cualquier molestia o situación de estrés, corre el peligro de morir por debilitamiento o ser blanco fácil para los depredadores.  
 
Por ello, es necesario extremar las precauciones cuando se practican actividades de montaña como el esquí de travesía, las raquetas o el senderismo. Las batidas de caza en zonas de invernada también son perjudiciales. Un simple vuelo puede costarle la vida.